Tal día como hoy hace quince años, el concejal del PP
en Ermua Miguel Ángel Blanco fue asesinado a manos de la banda terrorista ETA.
Tres días antes, el 10 de julio de 1997, había sido abordado, al salir de la
estación de tren, por la terrorista Irantzu Gallastegi Sodupe y conducido hasta
un vehículo en el que aguardaban sus dos compañeros de comando Francisco Javier
García Gaztelu, ‘Txapote’, y José Luis Geresta Mujika, ‘Oker’. Sobre las tres y
veinte de la tarde. Aquí se inició el martirio no solo de él, sino también de
sus familiares y, con el paso de las horas, de todo un país.
Tres horas más tarde, ETA confirmaba ante el mundo su
secuestro, con un macabro plazo de 48 horas para su liberación o su asesinato,
sujeto a unas inaceptables condiciones. O el Gobierno reagrupaba a todos los
presos de la banda –medio millar por entonces– en cárceles del País Vasco o el
edil era ejecutado. No exigió rescate alguno. Fue una pena de muerte anunciada,
pero también tres largos días que sacudieron conciencias y cambiaron Euskadi.
En cuestión de una hora, la Policía convocó por
megafonía una concentración en el Ayuntamiento, se celebró un pleno
extraordinario para exigir su liberación y se avisó a todos los medios de
comunicación. Los habitantes de la pequeña localidad vizcaína salieron a las
calles, contagiando al resto del país.
Manifestación histórica
El ultimátum de ETA provocó una movilización social
sin precedentes. El silencio dejó paso a los gritos de ‘Libertad’ y ‘No le
matéis’. Y es que, la empatía emocional con Miguel Ángel Blanco desencadenó una
marea de muestras de solidaridad hacia su familia. De ahí surgió el conocido
como ‘espíritu de Ermua’, como contestación social frente a la barbarie
terrorista.
Las noches de espera fueron largas y tortuosas. A los
familiares se les trasladó hasta el Ayuntamiento, que se convirtió en el centro
de operaciones. En las calles, velas encendidas pedían por la vida del joven
concejal quién tenía 29 años. A medida que transcurrían las horas, la esperanza
de que la banda escuchara el clamor de todo un pueblo empezaba a desvanecerse
y, a las muestras de apoyo se sucedieron expresiones de rabia hasta entonces
contenida contra quienes respaldaban las acciones de ETA. Se produjeron
concentraciones frente a las sedes de Batasuna e incluso se intentó incendiar
una herriko taberna en Ermua.
Algunos agentes se desprendieron de sus pasamontañas,
dejando al descubierto su identidad, en un claro símbolo de apoyo a quienes
defendían a las víctimas. “Se legitimó la democracia, frente a quienes
abanderaban la teoría del conflicto”, valora Totorika.
El día 12, sábado, Bilbao fue el escenario de una
manifestación histórica. Cientos de miles de personas abarrotaron a mediodía la
capital vizcaína para suplicar a ETA un último gesto de compasión. Al frente de
la pancarta estuvieron el presidente del Gobierno, José María Aznar, y el
lehendakari, José Antonio Ardanza, en una imagen de unidad que pronto se
rompería. La multitud, con lazos azules prendidos en sus pecheras y las palmas
de las manos pintadas de blanco, rompió el silencio con proclamas como 'Vida,
sí; ETA, no' y 'No son vascos, son terroristas'.
Miguel Ángel Blanco fue el secuestro número 78 de ETA
su víctima mortal 778. No hubo clemencia. Ni los llamamientos del Papa ni el
conjunto de la comunidad internacional frenaron a la banda. Los terroristas
tenían en vilo a todo el país. A las 16.00 horas, cuando vencía el ultimátum,
el comando se preparó para ejecutar a Blanco. En un paraje solitario de la
localidad guipuzcoana de Lasarte y con las manos atadas con un cable eléctrico,
le obligaron a arrodillarse. ‘Oker’ le sujetó y ‘Txapote’ le descerrajó dos
disparos a sangre fría en la cabeza. El concejal no falleció en el acto. Dos
cazadores hallaron a la víctima ensangrentada y agonizante cerca de las cinco
de la tarde. Una ambulancia le trasladó hasta el hospital Nuestra Señora de
Aranzazu de San Sebastián, intentaron sin éxito salvar su vida, mientras el
país entero tenía el corazón en un puño. A las cinco de la madrugada los
médicos certificaron su muerte. Euskadi rompió a llorar.
En julio de 2006, los terroristas Francisco Javier
García Gaztelu e Irantzu Gallastegi fueron condenados a cincuenta años de
cárcel por el secuestro y asesinato del concejal del PP. José Luis Geresta
Mujika se suicidó en marzo de 1999.
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