Ethan L. Carballo atesora en una de las habitaciones de su casa más de mil muñecas Monster High. Es un apasionado desde los siete años, cuando vio la primera por la calle y se quedó prendido. Pero su afición le ha costado juicios y episodios de todo tipo, el peor de todos fue el acoso escolar. "Yo quiero que esto se vea para que ningún niño se sienta mal porque le gustan las muñecas o por cualquier otro gusto que tenga", avanza.
Desde que vió la primera Monster High de su vida en manos de una niña hasta que convenció a su madre para que le comprase una pasó sobre un mes. "Eran muy caras", puntualiza su madre entre risas. Pero una vez tuvo la primera, no pudo parar. "Me gustan porque tienen un estilo gótico y son diferentes a las demás", explica Carballo, que asegura guardar un cariño especial a la primera muñeca que tuvo.
Después de esa, vinieron más. Primero, en los aniversarios, luego consiguió ir adquiriendo una cada mes. "Al final acabé recibiendo tres o cuatro muñecas en cada cumpleaños", cuenta.
Su afición empezó cuando tenía siete años, al ver una muñeca de este tipo en las manos de una niña por la calle
Del mismo modo, en la actualidad tiene más de mil muñecas Monster High. Las guarda en una habitación solo para ellas y él mismo se encarga de hacer nuevos trajes y peinados. "Desde el principio les hacía ropa con calcetines viejos, ahora hago cosas más elaboradas, casi siempre a mano porque son prendas muy pequeñitas y es difícil usar máquina de coser, y les injerto pelo", señala el joven de 17 años.
Su afición puede sonar extraña en una ciudad como Pontevedra, pero existen más fanáticos de las Monster High en urbes más grandes como Madrid. Entre su colección cuenta también con alguna joya, como muñecas de ediciones limitadas, "que están más detalladas y de las que se lanzan pocas". Sin embargo, si a Ethan le piden que elija una de entre todas, asegura que es demasiado difícil.
Su círculo de amigos del IES Torrente Ballester acepta su afición y siente curiosidad por ella. Sin embargo, Ethan tiene detrás, en su anterior centro, una historia de acoso escolar que no quiere pasar por alto. Porque a los niños siguen acosándolos si les gustan las muñecas. "A mí lo más suave que me llamaban era gordo maricón", apunta a la vez que agradece la acogida de David Castro, exdirector del Torrente Ballester, en el centro. Para denunciar prejuicios y vencerlos muestra hoy Ethan su valiosa colección de muñecas en este periódico.
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