Cumplidos más de 40 años de la promulgación de nuestra Constitución, estamos en una fase donde la sociedad que ha crecido y se ha desarrollado bajo su amparo, se pregunta por diversos temas, importantes sin lugar a dudas, relativos al orden institucional recogido en nuestro Estado social y democrático de Derecho.
En unos momentos de mundialización de crisis, globalización económica, de multiplicidad de conflictos, mas allá de la dialéctica de la política de partidos e intereses locales.
En unos tiempos de fuertes contradicciones entre el globalismo totalitario aspirante a la reordenación mundial y las democracias constitucionales, donde emergen intereses que no respetan principios y valores democráticos, incluso se atenta contra lo esencial de las propias constituciones democráticas, conviene en consecuencia recordar y remarcar algunas cuestiones que quizás se soslayan o trivializan de forma preocupante precisamente en un contexto donde la contradicción principal entre totalitarismo y democracia prevalece sobre otras que aun siendo importantes, su naturaleza identitaria las revela con rango secundario pero nunca despreciables dado que también esperan respuesta. La defensa de la persona, de su dignidad intrínseca y de su dimensión social requiere de un código ético que no puede ser otro que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de una convivencia que se organiza jurídicamente donde la respuesta es la Constitución, su principal baluarte.
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