Una de las manifestaciones de Los Ángeles ofrece una imagen simbólica de una solidaridad sin precedentes de la policía con los manifestantes por todo Estados Unidos
Nadie podía estar seguro de si al final había manifestación o no. El miedo a la violencia de estos días había dejado en el aire una protesta que, en teoría, debía continuar el lunes la reivindicación en las calles de Los Ángeles por la muerte de George Floyd. Iba a ser en Sunset Boulevard, esquina con Laurel, una intersección vistosa, a pocos metros del hotel Chateau Marmont. Pero la paranoia de las redes sobre la supuesta infiltración de las manifestaciones para provocar a la policía la había dejado en el aire. Finalmente, los pocos cientos de personas que aparecieron en Sunset Boulevard con carteles de Black Lives Matter tendrían la oportunidad de dar el tono general de las protestas de Estados Unidos.
El comandante Cory Palka, de la división oeste de la Policía de Los Ángeles con 33 años de experiencia, estaba al mando del operativo que vigilaba la concentración. Acompañado por un par de agentes, se metió en medio del grupo y pidió el megáfono. El toque de queda entraba en vigor a las 17:00, dentro de 20 minutos, informó. “Ya sé, a nosotros también nos cambian las reglas sobre la marcha”, dijo cuando la gente empezó a protestar. Pero no era esa toda la solidaridad que quería mostrar el veterano policía.
“Vemos vuestras pancartas, leemos lo que dicen, sabemos que hay problemas, no penséis que hay una gran grieta entre nosotros”, dijo Palka. “Yo soy un tío normal que intenta hacer lo mejor por su comunidad”. En contraste con el comandante sin casco, a una manzana esperaban unidades de la Guardia Nacional. “No queremos disparar, no queremos hacer daño, no queremos sacar a los cientos de agentes que están disponibles”. Y entonces llegó una frase que vino a definir algo que quizá está quedando oculto por la fotos de destrozos: “Escuchad, si me arrodillo con vosotros, ¿tengo vuestra palabra de que esto será pacífico?”. Palka y los policías que iban con él se arrodillaron junto a los manifestantes. “En los próximos 30 o 40 minutos, si os vais pacíficamente por donde habéis venido, os doy mi palabra de honor de que no os encontraréis con policías”.
Un país necesitado de símbolos de unidad los encuentra estos días también entre sus ciudadanos de uniforme. La brutalidad policial que mató a George Floyd en Minneapolis no solo ha revuelto el estómago al mundo, sino a los propios cuerpos y jefes de policía, que estos días han mostrado una solidaridad nunca vista con las protestas que piden la reforma de sus métodos y el fin del racismo sistémico. Escenas parecidas a la de Sunset se habían vivido el domingo en Camden, Nueva Jersey, y en Santa Cruz, California. El lunes, una línea de antidisturbios de Atlanta siguió el mismo ejemplo. El jefe de policía de Denver se unió a la cabecera de una manifestación. Escenas parecidas se han visto por todo el país. Desde los jefes de policía y los alcaldes solo se escucha solidaridad y comprensión ante la indignación ciudadana.
Sade Sellers y EJ Joseph eran dos de los organizadores de la protesta de Sunset. “Nosotros no podemos cancelar nuestro color de piel porque tengamos miedo”, decía para justificar haber seguido adelante pese a un despliegue táctico en las calles de Los Ángeles no visto desde los disturbios de Rodney King, en 1992, cuando murieron más de 60 personas en cuatro días de violencia. Sobre los saqueadores, Joseph decía que eran “unos cualquiera que andan por la calle y les importa una mierda”.
Exactamente a las cinco de la tarde, Sellers y Joseph pidieron a la gente que se fuera a su casa. Se quedaron unas 50 personas esperando alguna acción de la policía. En EE UU no es raro en una manifestación dejarse detener pacíficamente por la policía para dejar claro el compromiso con una protesta, como hace Jane Fonda frente al Congreso. Joseph creía que este lunes sería el último día de protestas y se alegraba de que hubiera terminado de forma pacífica.
Mientras, a un par de kilómetros, se celebraba otra manifestación cerca de la turística intersección de Hollywood y Vine. Alrededor de esa zona, las bandas organizadas de saqueadores comenzaban una noche de caos y violencia en pleno centro de Hollywood. El sonido de las sirenas y los helicópteros inundó la ciudad durante toda la noche. La división de Hollywood batió el lunes su récord de detenciones: 585. La mayoría fueron por violar el toque de queda. Solo 20 de ellas por vandalismo. El día anterior habían sido detenidas 700 personas en toda la ciudad.
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