Con la cuarentena, la situación de las mujeres maltratadas es todavía más grave, expuestas a las agresiones el día entero con la impunidad y el dominio total que permite el encierro
Una mujer y su hija durante la cuarentena. (Reuters) |
Chloé* se mete en el baño de su casa en Madrid para poder hablar mientras su maltratador ve la televisión. “Un segundo, que viene”, cuenta mientras interrumpe momentáneamente su desahogo a través de WhatsApp. “Soy como su esclava, tengo que hacer todo lo que él quiera y como quiera. Si hablo le molesta, si duermo le molesta, si no hago el baño como quiere, le molesta… Es un sin vivir las 24 horas”, teclea.
Cuando se decretó el estado de alarma por la crisis del Covid-19, Chloé ya estaba en proceso de separación con su expareja, pero su divorcio, como todos los procesos civiles, se ha paralizado: “Estamos mi hija y yo con él y nos está poniendo en riesgo porque sale y entra cuando quiere. Yo estoy coja y no puedo salir, así que me controla la comida y la medicación, y cuando se enfada pone la música altísima para castigarnos”.
Es una de las víctimas de violencia machista que se encuentran confinadas con su agresor. Desde que se decretó la cuarentena para todo el país, la situación de las mujeres maltratadas es todavía más grave, expuestas a las agresiones el día entero con la impunidad y el dominio total que permite el encierro.
Las consultas 'online' al 016 han aumentado un 269,57% durante el confinamiento
Los datos perfilan esta situación invisible: del 14 al 29 de marzo aumentaron las llamadas al 016, el número de atención a víctimas de violencia de género, en un 12,43%. Las consultas 'online' lo hicieron en un 269,57% respecto al mismo periodo del año anterior.
“Estamos saturadas, todo el día al móvil. Nos estamos encontrando con todo tipo de problemáticas. Como ahora están conviviendo más y más cerca, la violencia física disminuye, también porque les pueden oír los vecinos. Pero aumenta la psicológica, el dominio, el abuso sexual… Están continuamente en tensión”, cuenta Ana Bella, presidenta de la fundación con el mismo nombre, que atiende a víctimas.
Aunque el ministro Marlaska dijo que los datos de violencia de género “se habían reducido drásticamente los diez primeros días de confinamiento” y el Director General de la Policía Nacional aseguró hace unos días que las denuncian habían bajado en un 40%, la realidad que cuentan las ONG es muy distinta: “Muchas ni saben que pueden denunciar lo que están pasando, mucho menos que pueden seguir haciéndolo bajo estas circunstancias”, añade Ana Bella.
“Ninguna mujer va a poner una denuncia y dejar a los niños en casa ahora mismo, por ejemplo. Las cosas y las situaciones de cada una se complican aún más ahora”, comparte también Mariti Pereira, portavoz de Famuvi (Federación de Asociaciones de Víctimas de la Violencia Sexual y de Género).
Ni siquiera la situación excepcional ha frenado las muertes: el día 20 de marzo, al sexto día de encierro, un hombre mató a una mujer de 35 años delante de sus dos hijos en Castellón. Por eso, desde Ana Bella advierten de no avisar al maltratador si se decide denunciar: “Entonces es cuando nos matan, cuando dices que le vas a dejar”, dice Ana.
En cualquier momento explota y lo peor es que no tienes dónde salir para despejarte
Los menores son las otras víctimas que también preocupan a las ONG. Las llamadas de socorro por parte de hijos o familiares han aumentado con la cuarentena, testigos de lo que no veían mientras no estaban en casa. Este es, por ejemplo, uno de los mensajes de una adolescente de Córdoba de 19 años sobre la situación en casa con su padre: “La ansiedad me está dejando peor por momentos y mira que estoy encerrada en mi cuarto, pero es que no para. Digo, bueno otro día tranquilo y cuando menos lo espero de nuevo lo mismo. En cualquier momento explota y lo peor es que no tienes dónde salir para despejarte o simplemente pensar”.
Está demostrado que, en periodos de encierro o de mucha convivencia con el agresor, suben las agresiones. Ocurre también en verano o en Navidad. En China, durante el confinamiento, se colapsaron las líneas de atención a las víctimas.
“Ahora es el doble de control, el doble de mirarme, el doble de todo…”, escribe Chloé.
Denunciar cuando no esté
“Ayer de madrugada sacó un cuchillo y me dijo que o me porto bien o me corta. Estoy pasando mucho miedo, dice que tiene una pistola en casa...”, cuenta Paloma*, otra víctima de Madrid. Toñi, la voluntaria que habla con ella a diario por chat, intenta tranquilizarla y la anima a que denuncie cuanto antes. "Pero está en una situación muy delicada, con estrés postraumático, y no es fácil...".
Desde las ONG, se las ingenian para poder llevarlas a denunciar en los casos en los que lo consiguen: quedan con ellas cuando salen a comprar, las animan a que llamen cuando él está dormido o si va al trabajo. Pero a veces ni eso es posible y la única opción es aguantar.
“Me han dicho que ahora mismo es lo mejor que puedo hacer es ser sumisa, porque no tengo dónde ir, ni siquiera puedo salir a denunciar porque soy coja. Y se aprovecha de eso para controlarme, me corta la comida y la medicación que necesito”, cuenta al teléfono.
Que intenten no alterarles, aunque sabemos que no lo buscan ellas, pero viven con un monstruo que saca las garras cuando quiere
Además, muchas tampoco tienen dónde ir: “Nadie quiere ser sumisa, pero hablamos de mujeres con mucho riesgo, a las que han pegado muchas veces y que dependen económicamente de ellos”, apunta Toñi. “Ahora mismo les decimos que intenten no alterarles, aunque sabemos que no lo buscan ellas, y que a diario todas lo hacen, pero viven con un monstruo que saca las garras cuando quiere”, comparte Mariti Pereira.
La situación dificulta también la intervención con ellas. “Ya no podemos quedar a tomar un café y que nos cuenten, ir a su empresa, al parque con los niños… Ahora solo por teléfono, WhatsApp o Facebook, cuando pueden”, dice Ana Bella. Desde el otro lado de la pantalla las recomiendan que, si la casa lo permite, se mantengan siempre en otra habitación, que eviten las discusiones en la cocina —donde hay cuchillos—, o que lleven el móvil consigo siempre por si deben llamar a la Policía.
Muchas de las llamadas que reciben son de mujeres que están descubriendo ahora que lo que sufren es maltrato: “Tú puedes ser una mujer maltratada, pero si puedes escapar parte del día, eso te hace estar mejor. Ahora, si tienes que estar 24 horas encerradas, ya lo ves todo. Y para muchas está siendo un revulsivo: una forma de darse cuenta de que es insostenible”, dice Ana Bella.
Para mí, el repunte del 016 es positivo, porque demuestra que están saliendo a la luz muchas violencias invisibilizadas
Como aclaran las expertas, las víctimas sí pueden salir a la calle si es para denunciar, ya que se trata de una situación de emergencia y no se condena con ninguna sanción. Además, el Ministerio de Igualdad anunció el lunes que podrían utilizarse hoteles para acoger a mujeres víctimas de violencia si se colapsaban los albergues —en Madrid ya lo han hecho—, así como un plan de contingencia para dotar de más asistencia y recursos en esta situación de emergencia.
“Para mí, el repunte del 016 es positivo, porque demuestra que están saliendo a la luz muchas violencias invisibilizadas", continúa Ana Bella. "Y también porque muchas llamadas son de vecinos, familiares, o compañeros de trabajo, que están identificando esos comportamientos a raíz de todo esto. Gracias a la hija de 19 años hemos conseguido llegar a su madre, y ya la estamos convenciendo para denunciar. La decimos, como a todas, que el valor que tienen para aguantar en casa con ellos, es el mismo que necesitan para salir y denunciar”.
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