Rebeca González es madre soltera y no puede despegarse de su hijo de 16 meses. «Si voy a bajar la basura, tengo que ir con él»
Rebeca González juega con su hijo Lucas, de 16 meses, en su casa. |
El cierre de guarderías, colegios e institutos y después el confinamiento ha complicado el día a día de muchas familias, pero el malabarismo resulta especialmente duro cuando se es madre o padre soltero. Para ellos, no hay posibilidad de dejar a los niños en casa cuando salen a hacer alguna de las actividades permitidas durante el estado de alarma, entre ellas, ir al supermercado a hacer la compra, a la farmacia o bajar a tirar la basura. Fue en uno de esos trayectos cuando a Rebeca González, madre soltera, comenzaron a increparle por ir acompañada de su hijo Lucas, de 16 meses.
«Salía a hacer la compra y empecé a recibir comentarios negativos de la gente, también de las personas que estaban atendiendo, que a ver qué hacía con el niño fuera de casa. Fueron momentos de tensión, sobre todo el primer día de estado de emergencia. A veces intento salir antes de trabajar para ir a hacer la compra yo sola pero no siempre puedo. Además se dan muchísimas situaciones en las que yo no puedo dejar a mi hijo solo, si tengo que bajar la basura, tengo que ir con él también. La gente está muerta de miedo, es difícil para todos, por eso soy flexible y procuro con educación explicar mi situación. Si entro a discutir el conflicto se va a hacer aún más grande y no compensa», señala sorprendida de que sean los ciudadanos quienes le sermoneen.
«El otro día me paró la policía volviendo de trabajar con Lucas en el coche, les di las explicaciones de mi situación y no me dijeron absolutamente nada», relata.
El encierro ha puesto a todos a prueba, cumpliendo a rajatabla el tópico de que las crisis sacan lo mejor y lo peor de cada uno. Sin embargo, lo que a esta madre le quita el sueño de verdad estos días es caer enferma. Sin otro adulto en casa en el que apoyarse tiene que «seguir al pie del cañón» cuidando de su hijo pequeño. «La semana pasada estuve con gripe, fiebre… y no pude parar ni un segundo, no entiende que estás mala y para él es como cualquier otro día. Es una situación que me da respeto y en la que intento no pensar», comenta esta vecina de Astigarraga, que en «unas semanas» espera mudarse a Donostia después de terminar la reforma del piso.
Antes de que se decretara el estado de alarma echaba mano de la ayuda de su padre –los socorridos abuelos para tantas y tantas familias–, pero fue una opción que ni siquiera barajó cuando estalló la crisis del Covid-19. «Solía dejarle con mi padre por las mañanas mientras yo iba a trabajar pero es grupo vulnerable frente al coronavirus y descarté la idea desde el principio. Hay que minimizar riesgos», se explica esta mujer, que tuvo que buscar un plan B de la noche a la mañana al ver que sus redes de apoyo se acotaban. Ante la imposibilidad de teletrabajar, ha contratado a una canguro para que se haga cargo de Lucas mientras ella acude a su puesto en el polígono 27 de Martutene, hasta las 15 horas, lo que también supone un desembolso económico imprevisto. «Como mi hermano también tiene un hijo de la misma edad se quedan los dos con una chica», comenta aliviada por haber resuelto la 'papeleta'. Las cuentas, mejor para otro día.
Hora del juego
Cuando recoge a Lucas, quedan largas jornadas de juegos y entretenimiento por delante, pero en tiempos de coronavirus las horas parecen avanzar más despacio para todos. «Antes estábamos toda la tarde en el parque, jugando al aire libre y ahora, al estar metidos más tiempo en casa se nota el cansancio, se hace duro», reconoce Rebeca, consciente de que pasar el rato con un bebé supone todo un desafío. No poder echar mano de juegos de mesa, recetas para cocinar, del teléfono –el 'juguete' del momento– o de una sesión de peli con palomitas reduce las posibilidades a la pintura de dedos y poco más.
Algunas familias se están preguntando por qué una persona con perro puede salir a la calle para pasear a la mascota mientras que los padres no deben salir con los hijos, sin embargo, no queda otra que armarse de paciencia. «Yo al menos tengo suerte relativa, porque salgo a trabajar y puedo desconectar algo pero los fines de semana son las 24 horas con él... Quiere jugar y jugar, no me deja descansar y agota». Tareas domésticas, baños, cuentos, biberones... Ese es el problema que se están encontrando muchas madres solas, encerradas en casa con los niños, que no tienen otra persona adulta al lado con la que repartirse su cuidado mientras no se levante el confinamiento. Al menos, en esta batalla contra lo inimaginable salen a soñar al balcón, donde esta madre le cuenta a su hijo que cuando todo acabe se marcharán juntos de viaje. «Nos iremos unos cuantos días en medio de la naturaleza, a respirar aire en la calle y no pisar la casa».
Como familia monoparental ha aprendido que el tiempo es oro y tiene que aprovechar que su bebé se ha quedado dormido. Esos ratos los emplea para preparar comidas, ver su serie favorita o simplemente disfrutar del silencio.
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