Si antes de la pandemia las llamadas al teléfono de ANAR por violencia en el hogar suponían el 35%, ahora representan el 47%
Diana Díaz, directora del teléfono de la Fundación ANAR. |
El confiamiento de las familias en los hogares ha tenido una consecuencia directa: el incremento de la violencia intrafamiliar. Lo constatan las líneas de ayuda de la Fundación ANAR, con 26 años a sus espaldas. Si antes de la pandemia, el 3 de marzo, las llamadas por este motivo suponían el 36% de todas las peticiones de ayuda, ahora representan el 47%.
"Las violencias dentro de casa son muy invisibles y esa es la gran preocupación que tenemos", asegura la directora de estas líneas de ayuda, Diana Díaz.
Desde el aislamiento, la Fundación ANAR ha sustituido su servicio de llamadas por un chat (www.anar.org) seguro y confidencial para no poner en riesgo a los menores que habitan en la misma vivienda que su agresor. El chat está operativo 24 horas al día, los siete días de la semana. Las consultas son atendidas por psicólogos que, en caso necesario, han de informar a las autoridades.
Pregunta. ¿Qué está ocurriendo para que se hayan disparado las situaciones de violencia intrafamiliar con el confinamiento?
Respuesta. Se han disparado porque el confinamiento ha propiciado una convivencia intensiva, sin testigos que puedan ver y denunciar si hay maltrato físico, psicológico o violencia. Son más del 47% de las peticiones de ayuda a nuestras líneas, que son un termómetro de lo que está pasando. Si hay nuevas tendencias, se ve reflejado en las peticiones de ayuda. Y lo cierto es que se están produciendo situaciones muy graves en muchas familias: maltratro físico, psicológico, abuso sexual, abandono… y aquí el que tiene que pedir ayuda es el entorno, la familia más extensa. Pero ahora está siendo especialmente complicado porque el centro escolar, los centros deportivos, observatorios de siempre, ahora no están operativos.
P. ¿Habéis detectado un incremento de problemas psicológicos entre los niños debido al confinamiento?
R. Sí, desde luego. Es lo que más nos ha llamado la atención. Se están dando muchos problemas psicológicos todos los días. Un 6% de las peticiones de ayuda son por ideaciones e intentos de suicidio, y un 3%, por autolesiones entre adolescentes, un fenómeno de mal manejo emocional como mecanismo de salida. En el confinamiento todo se ha recrudecido, ha generado una tensión especial en la que no hay vías de escape. Se han dado casos en los que hemos tenido que intervenir con servicios de emergencia.
P. También habréis detectado mucha ansiedad entre los menores…
R. Sí, el 7% de las consultas son por ansiedad. Hay miedo, depresión, aislamiento. En estas consultas, los padres buscan ayuda para sus hijos mientras que los adolescentes lo que quieren es hablar de sus emociones.
P. Sin embargo, algunos expertos aseguran que en esta circunstancia es un buen momento para incrementar el diálogo entre padres e hijos.
R. Sí, sobre todo en aquellas familias donde existe un buen clima. El aislamiento da la oportunidad para propiciar espacios de diálogo de unos y otros, ya que en el día a día, de la vida normal, no nos da tiempo. Cuando los padres hablan de lo que les pasa, de lo que sienten, generan un modelo de referencia muy importante para los menores que deben entender que hay que comunicarse, abrirse y pedir ayuda.
P. ¿Les cuesta pedir ayuda a los menores?
R. Los niños no suelen pedir ayuda por acoso escolar, tardan una media de 13 a 15 meses en hacerlo. La mayoría dice que no lo hace porque no quiere preocupar a sus padres, no quiere ser una carga. Tienen la fantasía de que pueden arreglarlo por ellos mismos. Además, muchos se sienten culpables por estar siendo acosados, sienten que hay motivos. Por otra parte, en muchas ocasiones, los padres sobrerreaccionan en exceso cuando los hijos piden ayuda y provoca que los menores se retracten para no dar mayor preocupación. Hay que acoger serenamente los problemas de nuestros hijos para que sigan contándonos cosas.
P. Lo que sí parece es que ha habido una tregua en estos momentos respecto a los temas de acoso escolar para aquellos chicos y chicas que lo sufren.
R. Lo que ha ocurrido es que el acoso presencial se ha sustituido por el cyberbulling, que suponen el 3% de todas las consultas. No queremos dar la sensación de que tiene mucha relevancia, pero está ahí. Prácticamente, no existe a fecha de hoy acoso escolar, pero sí las consecuencias emocionales de haberlo sufrido, como el miedo a volver a clase, la indefensión aprendida, el hecho de no dormir bien o el bajo rendimiento. El acoso genera unas secuelas emocionales a veces muy graves. Solo con que se produzca un caso, hay que prestar atención.
P. Supongo que con el fin de las clases presenciales, muchos se habrán quitado un peso de encima por no tener que enfrentarse a sus compañeros.
R. Lo cierto es que las clases no han cesado sino que se están dando con otro formato. No estamos en periodo vacacional, las clases siguen presentes y es ahí donde el ciberbullyng tiene su cabida. Los chicos siguen comunicándose en sus foros y es ahí donde se reflejan los rechazos, los menosprecios, los insultos.
P. Menosprecios, ¿como cuáles?
R. Por ejemplo, cuando alguien hace algún comentario en un chat y no recibe respuesta o se le ignora. Es una forma de aislamiento pero a través de las tecnologías.
P. ¿Quién solicita más la ayuda de ANAR, los chicos o las chicas?
R. Consultan más las chicas que los chicos porque se atreven más hablar de sus temas emocionales. Eso no significa que las niñas sufran más que los niños. De hecho, cuando nos llaman los padres, nos hablan con igual proporción de sus hijos que de sus hijas.
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